miércoles, 2 de diciembre de 2015

DOÑA ENMA

Criarse en una peluquería te permite conocer a mucha gente que, entre cortes de pelo, secados a mano, bigudíes y permanentes, comparten con los allí presentes sus alegrías y también sus preocupaciones. No es un proceso automático, claro. La confianza, si llega, se adquiere con el tiempo. Y así, en algunos casos, se consigue generar un ambiente de familiaridad que trasciende la cordial relación cliente-profesional.
Desde que tengo uso de razón recuerdo a Enma Cervera, Doña Enma, esperar paciente el turno para ser atendida por mi padre; siempre con su sonrisa sincera y su rostro sereno. Si pasea habitualmente por el barrio de Ruzafa, en Valencia, es fácil que se haya cruzado con ella. Y podría contarle tantas cosas... Incluso es probable que ya lo haya hecho, aunque usted no lo sepa.    
Se pasó cuatro décadas hablando para quien la quería escuchar sin ponerle cara. Tenía 17 años cuando la casualidad hizo que, mientras participaba en una representación teatral en la Falla Convento Jerusalén, un empresario se fijara en ella y le ofreciera hacer unas pruebas como locutora. Y, después de varios encargos esporádicos, comenzó a trabajar en Radio Valencia, la actual Cadena Ser. Fue una de las pioneras de un medio que daba sus primeros pasos en nuestro país.
Durante cuarenta años, Doña Enma ejerció como locutora de continuidad; o lo que es lo mismo: una presentadora todoterreno. Lo mismo daba paso a canciones que realizaba entrevistas, anunciaba productos publicitarios o relataba los acontecimientos más destacados del día. Muchos se enteraron por ella de la terrible riada que asoló Valencia en octubre de 1957, de la llegada del hombre a la Luna o de la muerte de Nino Bravo. Incluso se atrevía a interpretar novelas policíacas. 
"Cuando conocí la radio, me enamoré de ella", me dijo en una ocasión. Y eso que, como reconoce, no sabía ni qué era aquel aparato que marcaría su vida. Recuerda con cariño su primera vez ante el micrófono, a pesar de los nervios. No lo tenía fácil: en un principio, su familia se opuso a que la joven entrase en ese medio que consideraban frívolo y en el que predominaban los hombres. Sin embargo, Doña Enma se encontró con grandes compañeros que siempre le trataron con un enorme respeto; entre ellos, el inolvidable Joaquín Prat, a quien define como una persona entrañable y encantadora.

Se despidió de la radio entre lágrimas en 1986. Han transcurrido casi treinta años, pero no ha dejado de amarla. "Da calor, compañía y cariño", asegura. Y eso que a veces se enfada porque muchos profesionales actuales "leen mal y no saben darle la entonación correcta", lamenta.  
Entre todos los oyentes de la emisora, había uno que escuchaba a Doña Enma con especial devoción: Arturo, su marido, su gran amor. Se casaron en 1948 y estuvieron juntos 66 años, hasta que él murió y se llevó una parte de su alegría. Afortunadamente, a sus 91 años, no ha perdido las ganas de vivir ni de seguir compartiendo su sabiduría. Porque, aunque ella no es consciente, es una mujer sabia, que enseña y se hace querer con sus palabras y sus silencios. Y, para mí, como periodista, es además un ejemplo, una maestra que conserva la voz dulce y la mirada ingenua de aquella niña que ignoraba que había nacido para comunicar.
        
Dedicado a todas esas mujeres maravillosas que han pasado por las manos de mi padre (en el buen sentido, eh).

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