"Desde el principio fue consciente de su fragilidad. Nació en la mesa de un restaurante, fruto del contacto caprichoso entre unos dedos inquietos y una servilleta de papel. Nadie elige quién es; crecer consiste en comprender, reconocer e, inevitablemente, resignarse.
La niña de papel (así la llamaban), soñaba con nadar, pero sabía que el agua era su enemiga. Miraba con envidia cómo otros muchachos empinaban sus cometas y ella no podía, pues el viento la destruiría. El fuego también le estaba prohibido, ya que al acercarse a él ardería como una vela. Se sentía distinta y, a veces, las diferencias duelen.
Su tristeza terminó cuando, por casualidad, alguien le regaló un lápiz. Con él dibujó un río que no mojaba, un soplo de aire que no despeinaba sus cabellos, una hoguera que no quemaba... No sólo eso. Gracias a su nuevo amigo, descubrió paisajes inalcanzables para cualquier otro ser, soles luminosos y lunas protectoras, criaturas increíbles, instrumentos musicales y atracciones de feria infinitas. En esa mina cabía todo cuánto podía imaginar. Era feliz y, sin embargo, le faltaba algo.
Una noche despertó por los ruidos que llegaban del exterior. Se asomó a la ventana con curiosidad y quedó maravillada al contemplar una furibunda tormenta. Rayos y truenos, objetos que volaban desbocados, gotas violentas que chocaban contra el suelo... No se lo pensó ni un momento. Abrió la puerta y salió decidida. Sabía que serían sus últimos pasos, pero se sentía libre por primera vez en toda su vida. Nadie podría borrar la sonrisa que ella misma había dibujado en su rostro de papel".
(Para Rosa)
(Para Rosa)
2 comentarios:
Preciosa historia amigo. Besetes
Que bonito relato Deivid... Breve pero intenso. Muuuuuua!
Publicar un comentario