Ya pasé una primera temporada en ese hotel. Me resultó un lugar grande y confortable, cargado de misterio, con mucho trasiego y un personal aplicado y brillante. Ninguna queja, de verdad.
Por eso, decidí regresar cuando me enteré de que volvían a abrirlo, a pesar de que para ello debía interrumpir mi breve e intenso romance con ese fenómeno que es La voz. Me atraía más el amor prohibido y furtivo de Julio Olmedo y la señorita Alicia. Mi decisión era firme, pero no definitiva. Bien saben los productores y directivos que el alojamiento en el loco mundo de la televisión se renueva cada día (o cada noche). Sin embargo, en el Gran Hotel han sabido ganarse mi confianza.
El entorno es inmejorable. Las habitaciones espaciosas y silenciosas; bueno, para ser sinceros, de vez en cuando se escuchan peleas y disparos, pero tampoco nos vamos a poner tiquismiquis. Y, como os decía, el servicio, impecable. De entre todos los trabajadores, me quedo con esa Ángela, la gobernanta, que tanto me recuerda a Concha Velasco. Excesivamente recta y responsable, sí, pero capaz de todo por el bienestar de su hijo.
Imposible pasar por alto a Doña Teresa, la propietaria, arpía ambiciosa, despiadada, rencorosa... Vamos, una hija de puta en toda regla. Aunque, no nos engañemos, gracias a ella, a su saber hacer, este hotel merece las cinco estrellas.
Lo dicho: señores del Gran Hotel, para la próxima temporada, vayan reservándome una suite (de momento individual, qué le vamos a hacer), porque me han convencido otra vez.
1 comentario:
Yo ya tengo reservada la suite para cuando vuelvan a abris sus puertas. Gran Hotel este que ha construido Antena 3. Un abrazo pequeñajo!
Publicar un comentario