Cuando era casi tan chiquitín como el ratón de Susanita, amenizaba mis paseos en el coche de papá y mamá con esas canciones que, igual que el circo, alegraban siempre el corazón. Me ayudaba a sentirme feliz en el día de mi cumpleaños, a practicar las matemáticas y a contestar "bien" con ímpetu cuando alguien me preguntaba, con mucha educación, que cómo estaba. Ahora que mi barba tiene bastante más que tres pelos y mis piernas no parecen alambres como las patas de la gallina Turuleca, añoro esa época en la que podía dedicar la mayor parte del tiempo a jugar porque no estaba obligado a planchar, limpiar, barrer ni guisar. Y aunque todavía no he aprendido del todo a navegar sin temor, intento vivir pleno de alegría y emoción, siguiendo el ejemplo de aquellos entrañables payasos. Se hace lo que se puede...
Lamentablemente, cuando uno crece, olvida un poco a sus ídolos infantiles, esos con los que te reías y compartías merienda gracias a la tele (en mi caso, en los primeros años 90). Sin embargo, hace dos meses ocurrió algo especial: mi abuela Gumer estaba malita. Para intentar animarla, le canté "Hola Don Pepito". Y, para mi sorpresa, ella, que ya andaba algo desmemoriada hasta el punto de no acordarse ni de mi nombre, levantó la cabeza de la almohada y me contestó: "Hola Don José". Moriría cinco días después...
Por todo eso, me apetecía dedicar un pequeño espacio en mi web al cómico Emilio Aragón, Miliki, fallecido el pasado domingo a los 83 años. Él, como tantos otros, como mi abuela, se va, pero se queda.
Adiós Don Miliki. Gracias por todo de parte de tus niños de 20, 30, 40...
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