lunes, 16 de enero de 2012

EL PERSONAJE: MANUEL FRAGA IRIBARNE

Revisar la biografía de Manuel Fraga conlleva emprender un largo viaje por esas décadas sombrías de la Dictadura Franquista, seguir por la incierta etapa de la Transición y el nacimiento de la Constitución de 1978, y detenerse en una ya consolidada Democracia. Seis décadas dedicadas a la política. Resulta, pues, un nombre inevitable de la historia reciente de España. Anoche fallecía en Madrid a los 89 años a causa de una afección respiratoria. Retirado desde hace meses de la vida pública, su muerte obliga a repasar la carrera de un hombre incansable, último vestigio de una etapa oscura y padre fundador del partido político que ahora gobierna nuestro país.  
A pesar de no renegar nunca del Régimen, únicamente él fue capaz de salir indemne de haber ocupado un cargo de Ministro para Francisco Franco (de Información y Turismo, ni más ni menos; a él se deben la Ley de prensa de 1966, que suprimía la censura previa en la prensa). Una vez fallecido el dictador, participó en la elaboración de la Constitución Española y, como decía, en la fundación de Alianza Popular, que más tarde se convertiría en el PP. Quizá fue su pasado franquista lo que impidió que llegara a ser presidente del Gobierno español, una de sus grandes ambiciones. Sin embargo, y aunque se opuso firmemente al Estado de las Autonomías, obtuvo cuatro mayorías absolutas al frente de la Xunta de Galicia. Y es que Fraga se caracterizó siempre por su enorme capacidad de adaptación.
Los medios de comunicación lo dibujan hoy como un hombre ambicioso, autoritario, impulsivo, de profundas convicciones religiosas, y también como un estadista hábil y rotundo, un orador imprevisible que huía de discursos prefabricados, siempre en primera línea, regenerador de la derecha, personaje clave de la Transición, firme en sus principios y respetado por sus oponentes. Hoy no es el día de ensañarse con sus sombras, pero tampoco de esconderlas en el cajón de la memoria debajo de sus logros. No sería justo ni siquiera para él. Venerado y detestado a partes iguales (y con sobrados méritos en ambos casos), Manuel Fraga se ha apagado con serenidad y con una hoja de servicios incuestionable o manchada, según la España desde que se mire. No era santo de mi devoción por muchos motivos, pero creo que su larga trayectoria bien merecía este pequeño espacio. Fue un hombre de Estado, para bien o para mal.        

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