"Un año más, luchó con todas sus fuerzas para no cerrar los ojos durante la noche. Esta vez pensaba pillar infraganti a Papá Noel. No entendía cómo podía entrar en su casa, un cuarto interior sin ascensor, a media noche y sin que nadie le viera. Sus padres tampoco daban crédito. "Es la magia de la Navidad", le decían. "¡Qué ingenuos!", pensaba él.
El reloj marcó la una, las dos, las tres... De repente, su madre abrió la puerta de la habitación y le vio despierto.
"Estoy esperando a Papá Noel", le explicó.
"Anda, duérmete, que es muy tarde", respondió ella.
La madre le dio un beso y salió de la habitación. Sin embargo, él no estaba dispuesto a perder la partida de nuevo. Para no dormirse cantó en voz baja sus canciones favoritas, leyó un comic, se dio pellizcos en las mejillas, repasó las tablas de multiplicar... Y, mientras, nada. Ni un ruido que resultase sospechoso; sólo los ronquidos de su padre al otro lado de la pared.
Silencio. De repente algo le sobresaltó. Abrió los ojos bruscamente. ¿Se había dormido? No, no podía ser. En todo caso, sólo habían sido cinco minutos. O eso creía. Saltó de la cama y levantó la persiana con nerviosismo. Estaba amaneciendo. Talvez todavía no había ocurrido. Corriendo, se dirigió al comedor y... A los pies del árbol de Navidad se amontonaban cajas y cajas de regalos con vistosas etiquetas pegadas: Papá, Mamá, Álex y futuro bebé. El pequeño sonrió con una mezcla de alegría y resignación. Estaba claro que Papá Noel era más listo que él".
2 comentarios:
¡Qué narrador más mono! Que ese espíritu de niño ilusionado nos acompañe estos días de Navidad. Besos
Qué pena a ver perdido la ingenuidad y olvidarme de la magia de la Navidad.
Un abrazo,
Rato Raro
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