domingo, 11 de septiembre de 2011

DOS ACONTECIMIENTOS PARA RECORDAR

El 11 de septiembre de 2001. Estados Unidos sufrió el mayor ataque terrorista de toda su historia en su propio territorio. Miembros del grupo islámico Al Qaeda, entonces desconocido por la mayoría de la ciudadanos occidentales, secuestraron cuatro aviones comerciales; dos de ellos se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, un tercero impactó contra El Pentágono y el cuarto cayó en campo abierto en Pensilvania.
Recuerdo que ese día, después de comer, estaba viendo un capítulo de la serie Friends. Cuando cambié de canal, encontré a la presentadora de Informativos Telecinco Ángels Barceló explicando que un avión había chocado contra una de las Torres Gemelas por causas que todavía se desconocían. Pero en pocos minutos un segundo aeroplano de pasajeros se estrellaba contra la otra torre en directo y los espectadores del mundo entero fuimos conscientes de que lo que parecía un accidente, era en realidad un ataque terrorista organizado. Durante el resto de la tarde no me pude despegar de delante del televisor. Como millones de personas, fui testigo en tiempo real del derrumbe de las dos Torres, del pánico que se apoderó de las personas presentes en la ciudad de los rascacielos, de la desesperación de los familiares de las potenciales víctimas, del duro trabajo de los policías y bomberos... Y aunque Barceló, Ana Blanco, Matías Prats y el resto de periodistas nos transmitían datos minuto a minuto intentando añadir luz en medio del caos reinante, era difícil comprender el alcance de lo que estaba ocurriendo. Vimos la muerte en directo y, desgraciadamente, no se trataba de ficción, de ninguna película catastrofista de Hollywood. De hecho, se calcula que unas 3.555 personas fallecieron como consecuencia de los atentados.

Se dice que el siglo XXI nació oficialmente esa trágica jornada de septiembre. El país más influyente del mundo y el capitalismo en general se vieron amenazados por un nuevo enemigo que no tenía miedo a morir matando. Y aunque, probablemente, nunca llegaremos a conocer con exactitud todo lo que ocurrió ese 11-S, sí sabemos de sobra los efectos colaterales: el aumento de la seguridad aeroportuaria; el terror a nuevos ataques y al empleo de sustancias químicas; las guerras de Afganistan e Irak; los abusos a los presos en Guantánamo; los polémicos proyectos para diseñar el nuevo World Trade Center; el atentado en Madrid en trenes de cercanías en el que murieron 191 personas; la ejecución de Sadam Hussein; la operación militar que acabó en mayo de este mismo año con la vida de Osama Bin Laden, principal cerebro de los ataques de Nueva York... Pero, además, el 11-S cambió el escenario de las relaciones internacionales, puso en entredicho la hegemonía de Estados Unidos y se dejó notar significativamente en el devenir de la economía global, hasta el punto de que muchos expertos lo señalan como uno de gérmenes indirectos de la actual crisis.          

Así, diez años después resulta innecesario e incluso repetitivo decir que el 11 de septiembre de 2001 cambió el rumbo de la historia. Ese mismo día, pero muchos años antes, se produjo en Chile otro suceso histórico que, aunque menos espectacular desde el punto de vista audiovisual, tuvo consecuencias igualmente trágicas. El 11 de septiembre de 1973 las tropas militares encabezadas por el general Augusto Pinochet dieron un golpe de estado y derrocaron al gobierno del presidente electo Salvador Allende, quien decidió quitarse la vida durante el asalto al Palacio de la Moneda, sede gubernamental. De esa manera comenzaba una etapa negra en el país sudamericano que duraría hasta el 11 de marzo de 1990, cuando Pinochet entregó el poder al presidente Aylwin, elegido en las elecciones de diciembre de 1989; dieciseis años marcados por la represión, la violación sistemática de los derechos humanos y la persecución militar contra los partidos de izquierda y los opositores del Régimen y la negación de derechos civiles y políticos. Miles de personas fueron detenidas, centenares de ellas torturadas, ejecutadas o dadas por desaparecidas, y muchas también se vieron obligadas a exiliarse.   
Para contextualizar, conviene apuntar que durante el gobierno de izquierdas de Allende se produjo una grave crisis económica en buena parte por la injerencia de Estados Unidos, que colaboró activamente a desgastar al regimen.     
Como veis, casualidades de la vida, una misma fecha sirve para recordar dos acontecimientos históricos injustificables, con consecuencias dramáticas y nefastas a todos los niveles. Lo más triste es que parece que no hemos aprendido nada de nada; de lo contrario, el mundo no sería cada vez un lugar más intransitable...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay un antes y un despues tras el atentado a las torres, a partir de ese suceso se inició el desatre,tanto economico como humano un besote m.j.