“Lynn está en la habitación 303, oye pasos en el pasillo, se asusta, ha perdido la noción del tiempo, mira el reloj, hace tiempo que ha terminado su jornada, y al oír los pasos Lynn sabe que se detendrán delante de la habitación en la que ella está y no debería estar ya. Lynn lleva la chaqueta del pijama del huésped sobre el uniforme. Se la ha abotonado. Las mangas le quedan demasiado largas. Oye cómo entra la llave en el ojo de la cerradura. La puerta se abre, el huésped penetra en la habitación.
¿Y Lynn? Ha desaparecido. Por fin su corazón da señales de vida. Está debajo de la cama”.
El escritor austríaco Markus Orths nos sumerge en La Camarera en la amarga realidad de Lynn Zapatck, una mujer joven que, después de abandonar un centro clínico donde ha sido tratada de un problema que el lector nunca llega a descubrir, intenta recuperar el rumbo. Por medio de un antiguo conocido consigue un empleo como camarera de habitaciones en un hotel. Ante la angustia que le provoca disponer de demasiado tiempo libre, la protagonista entra en una espiral obsesiva: cada vez pasa más horas en su lugar de trabajo, empeñada en eliminar hasta la mínima mota de polvo y, poco a poco, se deja llevar por la curiosidad que despierta en ella la identidad de los huéspedes. Así, cada martes decide esconderse debajo de la cama de una de las suites para espiar a otros, quizá con el afán de encontrar en las vidas de los demás el aliciente que no halla en la suya propia.
No voy a extenderme demasiado en comentar esta breve novela oscura y algo deprimente, con una protagonista difícil de entender, talvez porque el autor se empeña en mostrarnos su cara más taciturna sin desvelar las causas de su desazón y su falta de empatía. Porque aunque en algún momento podríamos llegar a sentir ternura ante su soledad y su incapacidad para salir del abismo psicológico en el que está inmersa, conforme avanza la historia casi es más fácil experimentar una cierta claustrofobia antes que compasión.
Por decir algo positivo, es un relato de fácil lectura y su planteamiento inicial resulta atractivo, aunque decepciona al perderse en subtramas un tanto insustanciales. Lo que es seguro, como advierten en la contraportada de la edición de Seix Barral, es que después de leerla no te volverás a acostar en un hotel sin antes mirar debajo de la cama.
Para aquellos que necesiten leer algo para convencerse de lo convencionales y felices que son.
Para aquellos que necesiten leer algo para convencerse de lo convencionales y felices que son.
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