Habrá quien no se haya sorprendido al ver esas secuencias de destrucción a escala reducida ni la caída de escombros mientras los ciudadanos huyen asustados. El cine nos ha mostrado secuencias similares e incluso más impactantes. La diferencia es que aquí no hay efectos especiales ni guión. Se trata de una catástrofe real, con víctimas reales. Y uno, ante algo así, no puede más que estremecerse.
¿Qué consecuencias tendrá el impacto de este desastre natural en la emergente economía japonesa? ¿Se replantearán los gobiernos occidentales sus políticas nucleares? ¿Un país como España está preparado para algo parecido? Son muchas las preguntas que, sin duda, se plantearán en las próximas semanas. Pero, por ahora, lo más importante es que no se produzcan nuevas réplicas del terremoto, que se pueda salvar a los supervivientes y que la amenaza nuclear se quede en un susto.
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