Noviembre de 2008, Colonia (Uruguay). Después de un paseo en bicicleta por la costa, decidimos hacer una parada en un chiringuito a pie de playa. Allí descansamos y, con un refresco fresquito en las manos, pudimos ser testigos de esta impactante puesta de sol, una de las más bonitas que recuerdo.
Con este paisaje de fondo y después de muchos días lejos de casa, os podéis imaginar que aprovechamos para desconectar y, yo al menos, para pensar mucho en los míos.
No me podéis negar que las imágenes son preciosas. Pero por mucha paciencia y buena intención que le pongas, ni siquiera la foto más bonita puede transmitir las sensaciones que se tienen ni la belleza salvaje de la naturaleza en momentos como éste. Aunque quisiera, eso no podría describirlo. Porque hay cosas que, inevitablemente, sólo pasan una vez.
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