Hollywood despide hoy a una de sus últimas estrellas del starsystem de su época dorada. Elizabeth Taylor, la niña que pasó su infancia delante de las cámaras; la primera actriz que cobró un millón de euros por un papel (Cleopatra, quién si no); la mujer que escandalizó al público con sus amores, sus bodas y divorcios (hasta ocho veces); la sensual gata que nos enamoró mientras deambulaba en combinación ante Paul Newman y que sirvió de inspiración a Andy Warhol; la diva que dedicó sus últimos años a luchar a favor de los más desfavorecidos y que se comunicaba con sus seguidores a través de las redes sociales; la más moderna entre las clásicas... Ella, ese ser que nació y vivió para el cine, ha muerto a los 79 años.
Premiada con dos Oscar por Una mujer marcada y ¿Quién teme a Virginia Woolf?, con varios Globos de Oro e incluso con el Príncipe de Asturias de la Concordia por su activismo contra el Sida en 1992, Liz deja para el recuerdo su impronta en títulos como Mujercitas, El padre de la novia, Gigante, De repente el útimo verano, Un lugar en el sol, El árbol de la vida, La gata sobre el tejado de zinc, Cleopatra...
Como le ocurre a tantos otros ídolos mediáticos, su carrera se vio perjudicada por la públicidad de los excesos de su vida personal. Liz compartió con el mundo su pasión por las joyas, sus incondicionales amistades con Montgomery Clift y Michael Jackson, y también su tormentosa e intermitente historia de amor con Richard Burton (una de las más grandes pasiones vividas delante y detrás de las cámaras).
Gracias por dibujarnos sonrisas y emocionarnos, por tu sensualidad y por tu fuerza, aún a costa de una vida personal intensa y complicada. Si me paro a pensarlo, hay que reconocer que los actores son personas extremadamente generosas con su público. Se desnudan en cuerpo y alma poniendo a prueba el límite de sus egos, la estabilidad de sus mentes, la capacidad de ser muchos y seguir siendo sólo uno al mismo tiempo.
La muerte de Elizabeth Taylor simboliza el fin de una era que no volverá, por mucho que restauremos digitalmente sus películas. Seguramente, ahora que no está, su imagen se convertirá todavía más en un icono decorativo recurrente que acompañará a la de su rival Marilyn y a la de la dulce Audrey.
Nos quedan Lauren Bacall, Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Joan Fontaine... Sí, de acuerdo. Pero hoy, simbólicamente, ha muerto el cine clásico.
Nos quedan Lauren Bacall, Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Joan Fontaine... Sí, de acuerdo. Pero hoy, simbólicamente, ha muerto el cine clásico.
En definitiva, se ha ido un mito, pero nace una leyenda con la mirada violeta.
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