Kitchen, primera novela de la escritora nipona Banana Yoshimoto, es un relato fresco, ameno y sorprendente con la muerte, la amistad y la soledad como principales ingredientes. Mikage, la joven protagonista, los mezcla y comparte con el lector desde su pequeño refugio, la cocina, el lugar donde siente que nada malo puede pasarle, donde da rienda suelta a sus pasiones y se protege de sus miedos.
La novela arranca con la muerte de la abuela de Mikage, su única familia. Pronto encontrará un nuevo hogar, tan especial y poco convencional que la seducirá. Pero antes de que se pueda acostumbrar a su nueva realidad, como si de una maldición se tratase, la tragedia volverá a llamar a la puerta.
Sin embargo, Yoshimoto sirve su plato con las dosis justas de sentimentalismo y frialdad. Y muestra una sociedad japonesa muy distinta a la imagen que tenemos en Occidente a través de unos personajes valientes y tolerantes, que no dudan en mostrar sus debilidades y emociones.
En la edición de Tusquets, Kitchen viene acompañado de Moonlight shadow, un breve cuento triste que, no obstante, consigue que sonrías y que entiendas que perder no tiene que suponer olvidar, y que dejar de sufrir no significa dejar de querer.
Dos historias con las que la autora intenta enseñarnos que, por encima de todo, dos cosas unen en la vida: la gastronomía y, paradójicamente, la muerte.
Para todos. Porque, antes o después, todos perdemos, todos sufrimos. Y Yoshimoto nos recuerda, con dos ejemplos hermosos, que hay que continuar. No queda otra.
"La puerta se abrió y entró, corriendo casi sin aliento, una mujer muy hermosa.
Me sorprendió y abrí los ojos. Ya no era joven, pero era realmente hermosa. Por el espeso maquillaje y el vestido tan poco apropiado para llevar un día corriente, comprendí que trabajaba en un local nocturno.
-Es Mikage Sakurai -le dijo Yuichi al presentarme.
Ella, jadeando, con una voz un poco ronca, dijo:
-Encantada -sonrió-. Soy la madre de Yuichi. Me llamo Eriko.
¿Su madre? Estaba tan sorprendida que no podía apartar los ojos de ella. Llevaba el pelo suelto hasta los hombros, los ojos eran rasgados, profundos y brillantes, los labios bonitos, la nariz recta... y, además, todo su cuerpo emanaba una luz muy viva, como un latido de vida. No parecía un ser humano. Nunca había visto a nadie como ella (...).
-Mi madre te ha dejado boquiabierta, ¿eh?
-Sí. Es que es tan guapa... -respondí con franqueza.
-Sí, mucho. -Yuichi se acercó sonriendo y se sentó en el suelo frente a mí-. Se ha hecho la cirugía estética -dijo.
-¿Ah, sí? -dije, fingiendo naturalidad-. He pensado que no os parecíais.
-¿Te has dado cuenta? -continuó de una forma increíblemente extraña-. Es un hombre.
Yo, con los ojos muy abiertos, lo miraba en silencio".
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