Hoy quiero hablaros de uno de los mayores temores de los actores y las actrices: el encasillamiento; es decir, limitarse a hacer repetidamente el mismo personaje o tipo de personaje. A todos nos vienen a la cabeza, por ejemplo, las célebres "chachas" del cine español como Gracita Morales, Florinda Chico o Rafaela Aparicio, o los violentos justicieros Jackie Chan, Chuck Norris o Jean Claude Van Dahl. Pero a otros muchos intérpretes les ha pasado lo mismo con roles de mayordomo, mafioso, seductor, malo de la película...La mayoría de las veces supone un problema para sus carreras artísticas, porque los directores no les dan la oportunidad de probar nuevos registros y existe el riesgo de que, antes o después, el público termine cansándose de ellos.
Sin embargo, algunos profesionales han sabido sacarle partido a su "personaje único". Y si no que se lo pregunten a Jennifer Aniston, la eterna chica perfecta con su larga melena rubia en toda comedia romántica que se precie, o a Sylvester Stallone, uno de los tipos más duros de Hollywood (y no lo digo sólo por su inicios como actor porno). Pero no siempre ocurre así.
Hace unos días desaparecía a los 84 años Leslie Nielsen, un buen ejemplo de cómo aprovechar con maestría el encasillamiento. Aunque comenzó su carrera en los años 50 con papeles dramáticos, lo cierto es que se convirtió en una estrella y un icono de la comedia más gamberra a partir de los 80 con cintas como Aterriza como puedas o Agárralo como puedas. Nielsen supo jugar bien sus cartas y siempre será recordado como el maduro canoso, expresivo y despistado capaz de sacarnos una sonrisa de la manera más sencilla.
Hace unos días desaparecía a los 84 años Leslie Nielsen, un buen ejemplo de cómo aprovechar con maestría el encasillamiento. Aunque comenzó su carrera en los años 50 con papeles dramáticos, lo cierto es que se convirtió en una estrella y un icono de la comedia más gamberra a partir de los 80 con cintas como Aterriza como puedas o Agárralo como puedas. Nielsen supo jugar bien sus cartas y siempre será recordado como el maduro canoso, expresivo y despistado capaz de sacarnos una sonrisa de la manera más sencilla.
También fallecía hace unos meses, concretamente el 4 de julio, otra actriz que, a pesar de tener una larga carrera a sus espaldas, siempre será recordada por su último papel: el de la anciana Rose, emotiva narradora de su interrumpida historia de amor con Jack en el Titanic de James Cameron. De esta manera, Gloria Stuart, a sus 87 años, se convirtió en la persona de mayor edad nominada al Oscar (como mejor actriz de reparto). Se fue a los 100 años.
Si a Nielsen y a Stuart sus grandes personajes les llegaron al final de su vida, a Johnny Sheffield y a Cammie King Conlonles les ocurrió todo lo contrario. Fueron niños prodigio en películas inolvidables y, después, ninguno de los dos conseguió un rol que pudiera hacer olvidar sus personajes infantiles.
Hace unas semanas fallecieron ambos, y todos los medios de comunicación recordaron como únicos papeles destacados en sus cortas filmografías el de Boy, el hijo de Tarzán, en el caso de Sheffield, y la de la malograda hija de Escarlata O'Hara y Rhett Buttler, en Lo que el viento se llevó, en el caso de Cammie. "Alcancé el pico de mi carrera a los cinco años", dijo en alguna ocasión la actriz. Él tenía 79, y ella 74 años.
Y aquí llega mi homenaje tardío a un actor que no sólo no se encasilló, sino que además dejó para el recuerdo secuencias inolvidables. Tony Curtis fallecía el pasado 30 de septiembre a los 85 años, con más de cien películas a sus espaldas. Fue el travestido galán de Con faldas y a lo loco, el ambiguo esclavo en el Espartaco de Kubrick y el duro presidiario racista de Fugitivos, por la que fue nominado al Oscar. Tenía facilidad para adaptarse a los distintos estilos con sutileza, si bien es cierto que sus papeles más celebrados fueron aquellos en los que explotó su expresiva vis cómica.
Pero, además de un solvente y taquillero intérprete del Hollywood dorado, Curtis fue un auténtico conquistador y llegó a casarse seis veces. En la década de los 80 comenzó su ocaso profesional y su imagen pública se vio deteriorada por sus múltiples bodas, divorcios, adicciones y escándalosas memorias. Nadie es perfecto, como le decían a Jack Lemmon al final de Con faldas... En cualquier caso, su cínica mirada y su sonrisa carismática y pícara forman ya parte de su leyenda.
1 comentario:
A ver cuando nos haces honor y escribes un post sobre Gracita y José Luis ;-)
Rebeca
Publicar un comentario