No resulta fácil acostumbrarse a los cambios y más cuando se producen por sorpresa. Por eso, no es de extrañar la polémica que ha provocado la nueva Ortografía de la lengua española que la RAE presentó hace unas semanas. Antes de entrar de lleno en el tema, he de advertir que, finalmente, se ha quedado todo en un susto, porque la Academia ha reculado y presenta sus propuestas como recomendaciones, y no como normas. Y es que a muchos nos habría costado llamar "ye" a nuestra "i griega", o "doble uve" a la tradicional "uve doble"; borrar la tilde que marca la existencia del hiato en voces como "guión" o "truhán", y las del "sólo" sinónimo de únicamente, las de los pronombres demostrativos y la de la "o" que separa dos números (2 ó 3); o escribir Catar, Irak y cuórum donde siempre hemos puesto Qatar, Iraq y quórum. Lo que sí es oficial es que 27 serán a partir de ahora las letras del abecedario tras la supresión "formal" de "ch" y "ll".
Supongo que es incluso lógica la reticencia inial que mostramos los hablantes ante las modificaciones, a tenor de las críticas y las protestas mostradas en los medios de comunicación y las redes sociales. Pero, aunque nos cueste entenderlo, las revoluciones ortográficas son necesarias para homogeneizar el uso de una lengua hablada en lugares muy distantes y distintos del planeta. Por tanto, confiemos en las 22 Academias de la Lengua que trabajan para mantener vivo y modernizar el español.
Y después de esta pequeña introducción, vamos a lo que interesa. Hoy las palabras que os propongo para entrar en nuestro ficticio club pertenecen al campo de la medicina y la sexualidad, y todas ellas están presentes en el Diccionario de la RAE. Comenzamos con una enfermedad contagiosa y crónica que hasta ahora desconocía y que me produce escalofríos sólo (con acento), con imaginarlo: "Plica: Enfermedad que consiste en aglomerarse y pegarse el pelo de modo que no se puede desenredar ni cortar sin que la sangre brote".
Para presentar el siguiente término, me tengo que retrotraer a cuando estudiaba el primer curso de Periodismo. Una de las asignaturas era Lengua y la profesora que la impartía, la señora Lavilla, pretendía que dominásemos el castellano y aprendiéramos abundante léxico. Recuerdo que, un día, tuvimos que hacer un ejercicio que consistía en buscar el significado de algunas palabras con la ayuda de distintos diccionarios. Llegado el momento de corregirlo, únicamente mi amigo Josevi lo había hecho. Y el pobre fue incapaz de aguantar la risa cuando le tocó leer en voz alta la siguiente definición:
"Priapismo: Erección continua y dolorosa del miembro viril, sin apetito venéreo".
Es importante incidir en que la erección se produce sin excitación sexual. No es que nos riéramos de este problema, porque a quien lo sufra no le hará ninguna gracia. Pero éramos jóvenes y, claro, la palabrita de marras se las trae. El caso es que la situación fue tan divertida que no he podido olvidar el término "priapismo" que, por cierto, tiene su origen en el dios griego Priapo, cuya figura se solía representar con un enorme falo en permanente erección, símbolo de la fuerza fecundadora de la naturaleza. Creo que esta pintura es más que gráfica...
"Orquitis: Inflamación del testículo".
Esta palabra se forma con la voz griega orquis, que significa testículos, y la terminación -itis. La causa más común de orquitis son las paperas y puede afectar a uno o ambos testículos.
Y ahora entramos en el terreno de las fobias. Las hay para todos los gustos, por raras que parezcan. Sin embargo, pocas aparecen recogidas en nuestro diccionario. De entre ellas, he seleccionado dos bastante singulares:
"Sidafobia: Temor morboso al sida".
"Amaxofobia: Temor patológico a conducir un vehículo o a viajar en él".
La primera se trata de un miedo obsesivo que puede desencadenar en homofobia. La segunda procede del griego amaxos (carros), y es un trastorno bastante común que se presenta en distintos grados, llegando a provocar ataques de pánico. En ocasiones, éstas y otras fobias resultan difíciles de comprender por parte de quienes no los padecen. Desafortunadamente, no siempre somos capaces de controlar nuestros pensamientos y actos. Y si no, que se lo pregunten a quienes hayan sufrido en sus propias carnes las consecuencias de la siguiente palabra:
"Espermatorrea: Derrame involuntario del esperma fuera del acto sexual".
Procede de las voces griegas spérma (semen) y rehin (fluir). No hay que confundir este desorden médico de tipo sexual con una polución nocturna; ya que no se trata de una eyaculación involuntaria durante el sueño.
Y terminamos con un sustantivo que todos conocemos. Entonces, os preguntaréis que por qué lo he seleccionado. Sencillamente, porque me ha sorprendido la definición aportada por la RAE:
"Ninfomanía: Furor uterino. Deseo violento e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula".
No sé qué pensaréis; personalmente, considero que se trata de una descripción un tanto machista. No es extraño, pues, que muchas personas utilicen el adjetivo ninfómana con ánimo de ridiculizar y ofender a la mujer a la que va referido. ¿Nadie ha propuesto enmendar este artículo? El equivalente masculino es satiriasis:
"Satiriasis: Estado de exaltación morbosa de las funciones genitales, propio del sexo masculino".
¿Soy el único que cree que la definición de satiriasis es más "suave" que la de ninfómana? A lo mejor es mi imaginación... Existen muchos personajes populares que han reconocido haber sido adictos al sexo en algún momento de sus vidas, como Michael Douglas, David Duchovny, Robert Downey Jr., Hugh Grant y Tiger Woods. A éste último su adicción incluso le costó su matrimonio.
Espero y deseo que nunca tengáis que experimentar lo que describen ninguna de estas palabras. ¿Alguna otra aportación?
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