sábado, 16 de octubre de 2010

MARCAPÁGINAS: ME ALEGRARÍA DE OTRA MUERTE

El nigeriano Chinua Achebe está considerado como uno de los padres de la literatura africana moderna. En la década de los cincuenta del pasado siglo, sorprendió con su novela Todo se desmorona, una visión crítica sobre las consecuencias de la penetración del hombre blanco en los modos y costumbres de los pueblos africanos. Por un lado, mostraba cómo las élites africanas se oponían, a veces violentamente, a las imposiciones de las potencias coloniales; y, por otro, describía cómo éstas últimas iban ganando terreno poco a poco, cuestionando tradiciones ancestrales.
En Me alegraría de otra muerte, Achebe pone el acento en otro asunto: la corrupción. Su protagonista, Obi Okonkwo, pertenece a una generación ya colonizada completamente. Estudiar en Europa se convierte en ese contexto, en la única llave que garantiza un futuro digno para los jóvenes nigerianos en las instituciones de su país, dominadas por los occidentales. Sin embargo, la "conquista" no resulta del todo efectiva: como se denuncia en esta novela, se produce un choque cultural frontal entre el individualismo europeo y la moral residual, el espíritu de comunidad basado en la idea del bien común.
Conforme avanza el relato, vemos como Obi, un joven preparado y ambicioso, va siendo arrastrado por unas tradiciones que no comprende; se siente juzgado y condenado desde todos los ángulos por "contradecir" los preceptos impuestos de las dos mundos que conoce; y, al final, termina convirtiéndose en una víctima de ese choque cultural al que antes hacía referencia. No quiere cometer el mismo error que los demás, pero las circunstancias le empujan al abismo. Y, cuando cae por su propio peso, nadie reconoce en él a una víctima. Al final, los imperialistas y las élites autóctonas devoran al individuo.
Denunciar la corrupción en las instituciones africanas es fácil; lo que supone más complicado es investigar las causas y hacer un ejercicio de autocrítica. El conflicto entre nuevas normas impuestas y modos inflexibles vigentes se acentúa ante la necesidad económica, el deseo de crecer y la búsqueda de libertad. Ni propios ni extraños reconocen su parte de culpa, pero repudian y condenan la falta de integridad. Eso sí, nadie valora si se puede ser íntegro sobre unas bases tan viciadas y heterogéneas.
Achebe no juzga; sólo invita a la reflexión. Podemos pensar que, medio siglo después, la situación que se narra en el libro ha cambiado en Nigeria y otros países africanos. Opinar sin saber es gratis, pero imprudente. Y como no tengo suficientes datos, prefiero no sacar conclusiones. Lo que es incuestionable es que independencia política no ha sido para esos pueblos sinónimo de estabilidad, democracia y libertad. ¿Eso es malo? Difícil pregunta para un occidental. Lo que está claro es que para ser idealista es fundamental ser tolerante.
Para quien no sepa situar Nigeria en el mapa y quiera conocer sin juzgar.

"La sala estaba llena rebosar. Había tanta gente de pie como sentada. El caso había sido la comidilla de Lagos en las últimas semanas y en este último día cualquiera que tuviese la oportunidad de dejar el trabajo estaba allí para escuchar el veredicto. Algunos funcionarios habían pagado hasta diez chelines y seis peniques para conseguir una baja ese día.
La apatía de Obi no dio muestras de desaparecer ni siquiera cuando el juez empezó a pronunciar sus conclusiones. Sólo cuando dijo "no puedo comprender cómo un joven con su educación y sus brillantes expectativas ha podido hacer ésto", se produjo un cambio notorio. Lágrimas traicioneras asomaron a los ojos de Obi (...).
-No puedo entender por qué lo hizo -dijo pensativo el hombre del Instituto Británico.
Estaba dibujando líneas de agua con el dedo en su vaso, empañado por la cerveza helada.
-Yo sí -dijo el señor Green-, lo que no entiendo es por qué la gente como tú os negáis a aceptar los hechos.
El señor Green era bien conocido por no tener pelos en la lengua.
-El africano es corrupto hasta la médula".

1 comentario:

Verónica Rodríguez dijo...

Me interesa mucho este libro. Desde luego, opinar sin saber es de atrevidos. Todavía nos queda mucho por aprender del continente africano y de sus relaciones con el bienaventurano "Norte".
Un abrazo fuerte