martes, 20 de octubre de 2009

DIGNIDAD EN EL ÁGORA

Hoy inauguro una nueva sección dedicada a una de mis grandes pasiones: el cine. En este espacio analizaré películas actuales cuyo visionado me haya impactado, para bien o para mal; pero también destacaré noticias, curiosidades o efemérides relacionadas con el conocido como séptimo arte. Y esta primera reseña va dedicada a uno de los estrenos más esperados y promocionados de la temporada: Ágora, de Alejandro Amenábar.
Hubo un tiempo en la historia de la humanidad en que la razón ocupaba un lugar destacado en la sociedad, por encima de supersticiones y fanatismos religiosos. La historia de Ágora se enmarca en ese período y refleja en un crudo tono realista la abrupta transición hacia un nuevo orden dominado por el cristianismo. Unos hechos reales, que provocarían violentos cambios políticos, culturales y sociales, sin los cuales es imposible entender la evolución de la humanidad hasta nuestros días.
La protagonista del relato es Hipatia de Alejandría, considerada la primera mujer científica, un personaje que se revela como el icono de la resistencia pagana de la ciencia frente al integrismo religioso. Más allá de sus importantes hallazgos en distintos campos, fundamentalmente en la astronomía, su asesinato se convirtió casi en el símbolo del final de la época a la que antes hacía referencia, pues personifica la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, templo del saber en la Antigüedad.

Y eso es lo que cuenta Amenábar: el fin de un modo de vida y el origen de buena parte de nuestros actuales códigos de conducta sociales y morales. Por eso me ha sorprendido que una de las críticas que ha recibido esta película haya sido que carece de guión. Ahí reside la maestría de este realizador: ha sido capaz de narrar unos hechos fundamentales de nuestro pasado sin necesidad de utilizar un exagerado metraje, sin falsos artificios ni concesiones gratuitas. Porque que nadie espere encontrar en Ágora una gran historia de amor, ni interminables combates, ni héroes dispuestos a salvar el mundo. Es un canto a la dignidad humana, aunque ésta termine siendo apagada por las intrigas políticas y los nuevos preceptos religiosos. Y en ese detalle me viene al recuerdo Mar Adentro, el anterior film de este tímido director español.
Otra de las cosas que se le echa injustamente en cara es la visión que transmite del cristianismo. En primer lugar, Amenábar no inventa nada, sino que recrea un pasaje real. Y, además, en todo caso la relativa crítica que subyace tiene como víctima los fundamentalismos religiosos en términos generales y el modo que emplean para imponer sus valores.
La majestuosa recreación de la antigua Alejandría, una banda sonora brillante y un elenco interpretativo en estado de gracia (en especial la oscarizada Raquel Weitz), convierten esta película en un auténtico regalo para los sentidos. Y Alejandro Amenábar se confirma una vez más como un director valiente, liberado de complejos y tics artísticos, que sabe tocar las teclas concretas de las emociones del espectador (o al menos las mías), sin dejar de sorprender y sin renunciar a divertirse.



1 comentario:

Verónica Rodríguez dijo...

Todavía no la he visto, pero tras leer tu reseña me entran ganas de ir al cine.
Para mí también fue un placer cenar ayer en muy buena compañía.
Un abrazo