A DE ALARMISMO

Desde hace unos meses, no hay día en que los medios de comunicación no hablen del virus H1N1, también conocido como Gripe A. Es lógico, pues se trata de una enfermedad desconocida hasta la fecha, que se extiende rápido y está causando la muerte de personas en todo el mundo.
Hasta aquí todo correcto. Los ciudadanos tenemos derecho a estar informados de esta pandemia, sus manifestaciones, sus consecuencias y las recomendaciones para intentar evitarla.

El problema es el tono que los medios utilizan para hablar de la Gripe A, que roza el alarmismo. Cada fallecimiento por esta causa ocupa los principales titulares del día en prensa, radio y televisión. La gestión política del asunto es analizada con argumentos simples y demagógicos por los líderes de opinión, incluso en tertulias de programas de corazón. Se plantean retrasar el inicio del curso escolar, se polemiza sobre la tardanza de las vacunas... En ocasiones, da la sensación de que el fin del mundo se acerca.
Teniendo en cuenta que la tasa de mortalidad por Gripe A es similar e incluso inferior a la de la gripe estacional (entre medio millón y un millón de personas cada año, según la OMS), y además que de los 28 fallecidos en España hasta la fecha sólo uno estaba completamente sano (el resto eran enfermos crónicos), tal vez se esté exagerando más de la cuenta.
En cualquier caso, es conveniente seguir las recomendaciones higiénicas y sanitarias, y cuando alguien se encuentre mal, debe acudir al médico lo antes posible; sobre todo aquellas personas con problemas de salud importantes.
A tenor de lo que se oye, ante la más mínima molestia (un estornudo, dolor de garganta...), uno se pone en lo peor. Probablemente gran parte de la población contraerá (o contraeremos) este virus en los próximos meses; y la mayoría lo superará sin ser consciente de haberlo tenido, incluso sin necesidad de control médico. Y cuando pase esta plaga de alarmismo, seguramente los medios de comunicación encontrarán otro tema más interesante con el que mantener pegada a la audiencia a la pantalla del televisor y demás soportes informativos. Porque el miedo siempre ha sido un buen gancho.