y que en las noches te duermes a mi lado,
con tu presencia hueca te recuestas,
y me das entre las sombras tus manos.
Dulce soledad, amiga mía,
no me dueles ni me haces daño,
aprendí a necesitarte y a estar a tu lado.
Dulce soledad, pobre soledad,
nadie te quiere y yo, sin embargo,
te agradezco los silencios y el espacio,
las horas que me escuchas atenta,
y tus ojos y tu cuerpo imaginario.
con tu presencia hueca te recuestas,
y me das entre las sombras tus manos.
Dulce soledad, amiga mía,
no me dueles ni me haces daño,
aprendí a necesitarte y a estar a tu lado.
Dulce soledad, pobre soledad,
nadie te quiere y yo, sin embargo,
te agradezco los silencios y el espacio,
las horas que me escuchas atenta,
y tus ojos y tu cuerpo imaginario.
Pintura: Hotel Room (1931), de Edward Hopper.
Poema: Dulce soledad, de Teresa Aburto Uribe.
2 comentarios:
Cierto grado de soledad (eso va a gustos) es necesaria para conocerse y hacerse compañía a un@ mism@. El silencio permite el pensamiento claro y reposado.
La soledad cuando es buscada, se convierte en amiga y confesora. Me ha gustado mucho tu poema, especialmente la última estrofa.
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