Agradecida, emocionada y radiante subió la pasada madrugada Penélope Cruz al escenario del Kodak Theatre de Los Angeles a recoger el Oscar que le acredita como la mejor actriz de reparto del año por su papel en la película Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. Pe logró así cumplir su sueño y, sin duda, su nombre será recordado a ambos lados del océano por los siglos de los siglos (amén). Por si fuera poco, la estatuilla se la entregaron cinco grandes actrices, galardonadas anteriormente en la misma categoría: Angelica Houston, Whoopi Goldberg, Tilda Swinton, Goldie Hawn y Eva Marie Saint. En su discurso no se olvidó de los directores con las que ha trabajado, de los actores y actrices españoles y, en especial, de Alcobendas, su ciudad de nacimiento.
Un año después de que Javier Bardem ganase la figurita dorada por No es país para viejos, Penélope también puede presumir de haber conquitado Hollywood. Sin embargo, al contrario de lo que ocurrió con su compañero, en nuestro país hay quien cuestiona el premio de la madrileña. "¿De verdad se lo merece?", se preguntan. Y argumentan que el ascenso al estrellato de Pe en los Estados Unidos se debe, en gran medida, a sus noviazgos con actores tan famosos como Tom Cruise y Matthew McConaughey. Probablemente tengan parte de razón: la popularidad que le proporcionaron dichas relaciones seguramente le habrá abierto importantes puertas y le habrá permitido conocer a personas influyentes, eso es innegable. Pero es justo recordar que ni Cruise ni McConaughey tienen un Oscar en su casa y "Pe" sí. Por algo será, digo yo.
Desde luego, Penélope ha demostrado que talento no le falta. Su evolución como actriz desde sus primeras incursiones en el cine son más que evidentes. De compartir cartel con "actores" como Coque Malla e interpretar papeles de "Lolita" con voz chillona ha pasado a defender dignamente personajes sólidos y llenos de matices, con compañeros como Ben Kingsley o Daniel Day-Lewis. Y, si sabe moverse tan inteligentemente como hasta ahora, todavía le queda una larga y gloriosa carrera por delante. De momento, lo que ha conseguido ya es mucho y tiene un gran mérito. Además, ha marcado un camino dorado que, seguro, otros actores de nuestro país intentarán seguir.
Además de la ex presentadora de La Quinta Marcha, se llevaron el gato al agua los inconmensurables Sean Penn y Kate Winslet, por My name is Harvey Milk y The Reader, respectivamente. Me atrevo a pronosticar que no será el última Oscar que logren ninguno de los dos. Penn, ex marido de Madonna (a pesar de lo cual nadie cuestiona sus méritos), se ha convertido en un intérprete solvente y comprometido, aunque con demasiada tendencia a elegir películas lentas y tediosas. La Winslet, en cambio, ha demostrado un olfato privilegiado a la hora de escoger sus proyectos. O quizás, la presencia de la actriz británica convierte en brillante cualquier papel que se le pone por delante. De todas formas, suscribo las palabras que pronunció en su emocionado discurso hacia las otras candidatas al galardón de la Academia: "Creo que ninguna de nosotras podemos creer que estemos en la misma categoría que Meryl Streep".
El que no podrá ganar otro Oscar será el desaparecido Heath Ledger, vencedor en la catagoría de mejor actor de reparto por su Joker de El Caballero Oscuro. Puestos a hacer conjeturas: ¿Habría obtenido la estatuilla si no hubiese fallecido en trágicas circunstancias? Nunca lo sabremos.
La gran vencedora de la noche fue Slumdog Millonaire, de Danny Boyle, con ocho estatuillas, incluyendo mejor película y mejor director. Bollywood conquista Hollywood por una velada. Como todavía no he visto esta cinta, prefiero no opinar. Lo que es innegable es que el espíritu Obama, de cambio y aperturismo, se está reflejando también en la industria cinematográfica norteamericana.
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