martes, 19 de agosto de 2008

MARCAPÁGINAS: TSUGUMI

Sigo leyendo novelas recomenadadas por amigos. En este caso, ha sido el bueno de Lázaro quien me ha puesto en las manos esta bonita historia ideada por una escritora japonesa de sugerente nombre: Banana Yoshimoto.
Una enorme melancolía impregna cada página de este relato. La añoranza del mar, los juegos infantiles, las relaciones personales en una permanente fase de construcción, la presencia constante de la amenaza mortal, el futuro incierto alejado de aquello que siempre te ha rodeado, el primer amor. Con todos estos y otros elementos juega Yoshimoto para crear un universo familiar y lejano al mismo tiempo; triste, pero lleno de luz, rebosante de esperanza. Huye del sentimentalismo banal incluso en los últimos momentos, cuando todo apuntaba en esa dirección. Aunque su discurso roza el tono infantil-juvenil en algunas secuencias, al final consigue dejar en el lector una sensación difícil de describir. Nos han contado una historia para adultos como si fuera un cuento y han conseguido atraparnos y sorprendernos.
Acostumbrados a personajes intachables moralmente, Tsugumi no puede dejar indiferente a nadie. No obstante, hay que partir de la premisa de que esa niña malcriada, retorcida y arrogante no hace más que intentar ser libre. Nacer y morir, para cada ser humano, son dos antónimos separados, en el mejor de los casos, por años de tránsito, repletos de alegrías y tropiezos. Tsugumi vive, desde que abre los ojos por primera vez, sabiendo que cada paso puede ser el último. La vida y la muerte, para ella, son hermanas siamesas que nunca se separan. Y quienes somos los demás para juzgar una personalidad acotada, desde la cuna, por unos límites tan intangibles.

"Desde el día en que nació, Tsugumi fue una niña de salud muy delicada, y sufría muchas recaídas. Dado que los médicos le dieron pocos años de vida, la familia se preparó para lo peor. Ni qué decir tiene que su entorno la malcrió y su madre recorrió con ella todos los hospitales de Japón, no escatimó esfuerzos por alargarle la vida, siquiera un poco. De modo que, cuando empezó a andar, ya tenía un carácter muy rebelde, y el hecho de que fuera lo bastante fuerte como para llevar una vida más o menos normal no hizo más que agravarlo. Tsugumi era mala, deslenguada, egoísta, consentida y retorcida. Cuando, instantes después de soltar una de sus inconveniencias en el momento más inoportuno, adoptaba aquel aire triunfal, era la viva imagen del diablo".

1 comentario:

Anónimo dijo...

pequeño Tsugumi, solo han pasado unas horitas y ya te hecho de menos. Me centraré en recordar las frases célebres que me has dejado. Ya sabes que por mi parte picadillos para toda la vida. Noe