lunes, 4 de agosto de 2008

MARCAPÁGINAS: EL ANTROPÓLOGO INOCENTE

Animado por mi buena amiga Verónica Rodríguez (http://dossierglobal.blogspot.com), me enfrenté a la lectura de este ensayo de 1983 en el que el antropólogo británico Nigel Barley plasma su insólita experiencia como investigador de campo estudiando una tribu prácticamente desconocida de Camerún. Dificultades, trabas diplomáticas, diferencias culturales, soledad, enfermedades, tenacidad... Todo esto lo encontramos en este relato, en ocasiones divertido, en ocasiones denso, pero siempre enriquecedor, que nos acerca a la realidad de un pueblo (el Dowayo), con una cultura y unas tradiciones completamente distintas a las de nuestro mundo occidental. La brujería, la religión y sus ritos, su particular sistema de valores y, sobre todo, la circuncisión dirigen el destino de una sociedad aislada e impermeable, patriarcal y, en elgunos aspectos, salvaje.
Barney consigue que el lector se solidarice con su causa, le anime y sufra ante los numerosos escollos que encuentra en su camino. Como bien explica en las primeras páginas, en ningún momento pretende juzgar al desconocido, sino comprenderlo. ¿Merece la pena tanto esfuerzo, tanta penuria? A juzgar por los últimos párrafos del libro, sí.
Para gente que crea que hay McDonalds en cada rincón del planeta. Un ensayo que ayuda a abrir la mente y ser más tolerante. Él azar es caprichoso. Cualquiera de nosotros podría haber nacido en África. Y no seríamos ni mejores ni peores. Seríamos, simplemente, diferentes.

"Mi vacilante dominio de la lengua constituía otro peligro grave. La obscenidad nunca anda lejos en dowayo. Una variación de tono convierte la partícula interrogativa, que se añade a una frase para transformarla en pregunta, en la palabra más malsonante del idioma, algo parecido a coño. Así pues, solía yo desconcertar y divertir a los dowayos saludándolos de este modo: "¿Está el cielo despejado para ti, coño". Pero mis problemas no se circunscribían a las vaginas interrogativas. Un día me llamaron a la choza del jefe para presentarme a un brujo con poderes para propiciar la lluvia (...). Yo tenía prisa por marcharme porque había comprado un poco de carne y la había dejado al cuidado de mi ayudante. Me levanté y le estreché la mano cortésmente. "Discúlpeme -dije-, tengo que guisar un poco de carne". Al menos es lo que pretendía decir, pero debido a un error de tono declaré ante una perpleja audiencia: "Discúlpeme, tengo que copular con el herrero".

1 comentario:

Verónica Rodríguez dijo...

Maravilloso libro. Me alegro mucho de que te haya gustado, salvando las densidades y los periplos etnográficos extensos. El autor es académico y se nota en su escritura. Aún así, logra bañar de humor sus experiencias africanas.
Comprender y no juzgar. Aprender a ser tolerantes mirándonos en el espejo de l@s otr@s que, al final, no son tan distintos a nosotr@s.
Recomiendo a los curiosos 'Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas', de Marvin Harris.
Un abrazo y feliz lunes.