Dicen que una retirada a tiempo es una victoria. Pero a ver quién es el guapo que elimina de la parrilla televisiva una serie que cada semana siguen más de cuatro millones de personas, aunque el producto se acabe desgastando. Eso es lo que ha ocurrido con Los Serrano, que ayer se despidió para siempre de los espectadores después de cinco años de emisión en Tele 5.
Sus primeros episodios sorprendieron con unos actores frescos y unos guiones trabajados, que huían de la tradicional fórmula de serie familiar. No, aquello no era Médico de Familia. Sin embargo, las buenas intenciones iniciales dieron paso a situaciones previsibles y diálogos imposibles. Así pues, los Brady españoles perdieron pronto la chispa. Y sus responsables, la imaginación: estiraron hasta la saciedad la historia de amor de Marcos y Eva; más tarde intentaron que sus hermanos pequeños les emulasen; separaron y reconciliaron a Raúl y Africa practicamente en cada episodio; y, cuando se les acabaron las ideas, decidieron matar en un accidente al personaje de Belén Rueda, matriarca del clan.
Sabíamos que a estos guionistas cachondos podía ocurrírseles cualquier cosa para finiquitar la serie. Pero, sin duda, esta vez se han superado. Último capítulo: Diego (Antonio Resines), sobrepasado por los problemas, decide suicidarse y se lanza al vacío desde un puente. Siguiente escena: ¿El funeral? ¿El velatorio? ¿Dexter examinando el cadáver? No. Mejor aún. Resines abre los ojos y se encuentra con una cariñosa Lucía (Belén Rueda), a la que creíamos enterrada en el cementerio de los muertos televisivos. Todo ha sido un sueño. Supuestamente Antonio Resines se ha pasado cinco años durmiendo y cada trama, cada personaje, cada marca publicitaria en la santa cocina serrana ha sido producto de su imaginación, como diría Anthony Blake. ¡Y despierta al día siguiente de su boda, celebrada en el episodio 1! ¡Qué lo hubieran dicho antes y nos hubiéramos ahorrado unos cuantos!
Sin embargo, esta versión patria del cuento de Alicia (Resines en el país de las maravillas) no termina con esta tierna estampa. Los "recién casados" se visten y bajan a desayunar. En la cocina se encuentran con todos sus hijos y esto fue lo más patético: los "niños" intentando simular cinco años menos. ¡Y luego nos metemos con la Obregón! ¡Pero si el pequeño Curro es todo un señor!
En resumen: una falta de respeto más al fiel espectador que, cada semana, ha dejado que Los Serrano entrasen en su casa a través de la pantalla del televisor.
Se van pero siempre nos quedarán en la memoria los discos de Fran Perea y los Santa Justa Klan, el prodigioso talento interpretativo de Jady Michel y los "mayormente" de Fiti y Raúl. Descansen en paz. Aunque con esta familia nunca se sabe...
Sus primeros episodios sorprendieron con unos actores frescos y unos guiones trabajados, que huían de la tradicional fórmula de serie familiar. No, aquello no era Médico de Familia. Sin embargo, las buenas intenciones iniciales dieron paso a situaciones previsibles y diálogos imposibles. Así pues, los Brady españoles perdieron pronto la chispa. Y sus responsables, la imaginación: estiraron hasta la saciedad la historia de amor de Marcos y Eva; más tarde intentaron que sus hermanos pequeños les emulasen; separaron y reconciliaron a Raúl y Africa practicamente en cada episodio; y, cuando se les acabaron las ideas, decidieron matar en un accidente al personaje de Belén Rueda, matriarca del clan.
Sabíamos que a estos guionistas cachondos podía ocurrírseles cualquier cosa para finiquitar la serie. Pero, sin duda, esta vez se han superado. Último capítulo: Diego (Antonio Resines), sobrepasado por los problemas, decide suicidarse y se lanza al vacío desde un puente. Siguiente escena: ¿El funeral? ¿El velatorio? ¿Dexter examinando el cadáver? No. Mejor aún. Resines abre los ojos y se encuentra con una cariñosa Lucía (Belén Rueda), a la que creíamos enterrada en el cementerio de los muertos televisivos. Todo ha sido un sueño. Supuestamente Antonio Resines se ha pasado cinco años durmiendo y cada trama, cada personaje, cada marca publicitaria en la santa cocina serrana ha sido producto de su imaginación, como diría Anthony Blake. ¡Y despierta al día siguiente de su boda, celebrada en el episodio 1! ¡Qué lo hubieran dicho antes y nos hubiéramos ahorrado unos cuantos!
Sin embargo, esta versión patria del cuento de Alicia (Resines en el país de las maravillas) no termina con esta tierna estampa. Los "recién casados" se visten y bajan a desayunar. En la cocina se encuentran con todos sus hijos y esto fue lo más patético: los "niños" intentando simular cinco años menos. ¡Y luego nos metemos con la Obregón! ¡Pero si el pequeño Curro es todo un señor!
En resumen: una falta de respeto más al fiel espectador que, cada semana, ha dejado que Los Serrano entrasen en su casa a través de la pantalla del televisor.
Se van pero siempre nos quedarán en la memoria los discos de Fran Perea y los Santa Justa Klan, el prodigioso talento interpretativo de Jady Michel y los "mayormente" de Fiti y Raúl. Descansen en paz. Aunque con esta familia nunca se sabe...
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